sábado, mayo 22, 2010

¡ Madre de la vida, ruega por nosotros!

"Es urgente una oración por la vida, que abarque al mundo entero"; así empieza el "Rosario por la paz, la vida y la familia" que un día puso en mis manos mi querida hermana Amparo. Desde entonces procuro rezarlo ante la Virgen con la mayor devoción posible, pensando que, en efecto, por Ella nos vino la Vida al aceptar ser la Madre de Jesús que, como Él mismo se calificó, es "el Camino, la Verdad y la Vida". ¡Que agradecidos hemos de estar a María!, sin Ella no hubiera sido posible nuestra salvación; salvación que algunos se obstinan en obstaculizar, como , concretamente el desgobierno que desde hace seis años padecemos, empeñado en hacer un derecho para la madre gestante, lo que es y siempre ha sido un crimen abominable, matar un hijo en sus entrañas, o la aberración de llegar a decir que un feto con tres meses, que matan sin ningún escrúpulo, es un ser vivo, pero no un ser humano. ¡Que ignoracia, Dios mío!, cuando está científicamente probado que, desde el momento de la concepción, hay vida, por supuesto vida humana.


¡Que diferencia tan grande de los que confían en Él y ponen su vida en sus manos! Así le pasó a Olga Bejano (1963-2008) que a los veintitrés años sufrió una enfermedad neuromuscular que la paralizó prácticamente toda. Después de una experiencia cercana a la muerte, tuvo una transformación espiritual y religiosa impresionante, con una fuerza vital extraordinaria, verdadera antítesis de los que promocionan la eutanasia. Con sólo un leve movimiento de sus rodillas llegó a escribir cuatro libros maravillosos: Voz de Papel, Alma de color salmón, Los garabatos de Dios y Alas rotas, que son un canto a la vida, aún en las circunstancias en que ella se encontraba. Asimiló, aceptó, superó y resistió su enorme minusvalía para irradiar al mundo alegría, fortaleza y esperanza, virtudes de las que está tan necesitado este mundo y que ella, dentro de su gran sufrimiento nos supo dejar como su testamento espiritual. Su gran fe en Dios dio sentido a su vida. ¡Que gloria más grande le tendría el Padre preparada! He tenido la suerte de hablar con su madre, que se siente orgullosa de haber tenido una hija como Olga, como yo lo estoy de haber tenido la suerte de deleitarme y admirarme con la lectura de sus libros. ¡Cuanto bien hacen al alma!


Elisa González Palma de Huertas