viernes, junio 12, 2009

Nunca le he preguntado a Dios ¿por qué? sé que Él sufría con nosotros. www.albadigital.es


La enfermedad de Olga ha dado abundantísimos frutos. Esa onda expansiva de bien que propagó con su dolor, ofrecido a Dios con heroica grandeza de alma, nace también del apoyo férreo que tuvo en su madre -navarra ella-, durante 22 largos años de “arresto domiciliario”, como Olga lo llamaba con su incombustible sentido del humor. Mª Carmen se hubiera cambiado por su hija, pero le tocó acompañarla, muy de cerca, ayudándola, sin descanso, a llevar su cruz… pero además con garbo y alegría.

-¿Cómo han sido estos 22 años para ti?
-Si hoy hago balance, ha supuesto renuncias, dedicación, sufrimiento… a nivel familiar. Pero para mí, el día a día era lo que me tocaba hacer. Asumes esa situación y haces lo que tienes que hacer.

-¿Cómo has aguantado?
-Por genética, tengo un carácter, una forma de ser. Pero yo me ponía en el balcón de mi cocina y le pedía ayuda a Dios para vivir 24 horas que sabía que iban a venir cargadas de cosas buenas y no tan buenas. Y le daba gracias, porque en la caja de regalo de cada día no sabes lo que puede venir y sólo uno es responsable de vivirlo lo mejor que sepa. Yo quería llegar al final del día dándole las gracias por muchas cosas: amistades, llamadas…

-¿No le has preguntado a Dios alguna vez ‘por qué nosotros’?
-No. Y en esto estoy convencidísima. Dios sufría con nosotros, y como nosotros o más. Si Dios nos dejó en libertad desde el primer momento, cada persona hace una historia, que va compuesta desde una lotería hasta una enfermedad. Olga solía decir que la vida, la muerte y la enfermedad vienen en el mismo pack. Pero normalmente estamos más a las maduras que a las duras. Y para las duras era él el que me tenía que ayudar. Dios no castiga, ni premia, ni prueba… acompaña en la vida de cada persona y está ahí para que le digamos: ‘¡Ayúdame!’. ¡Yo a Dios le he dicho tacos muchas mañanas! Y a mí me ha ayudado de mil maneras y se me ha presentado con muchas personas que me ha mandado, para decirme: ‘Que estoy aquí contigo’. Tengo una relación de amigo, maestro, padre y también de Dios. -El papel de la madre es casi igual de duro que el de enferma

¿Te hubieras cambiado por ella?
-Sí. Sobre todo en momentos de dolor, cuando los calmantes no hacen efecto, en los que lloraba tanto que las lágrimas le encharcaban el oído y le producían otitis. En esos momentos hubiera dado cualquier cosa por liberarla.

-Tú ya no eres la misma que hace 23 años. ¿Qué ha venido Olga a enseñarnos a todos?
-Ahora veo que me ha hecho crecer como persona, plantearme la vida con más madurez, prudencia, respeto, arrojo. Te enriquece de muchas maneras. Al principio no te crees lo que dicen los médicos y quieres buscar la solución en cualquier sitio del mundo en el que esté. Es una locura. Pero poco a poco vas asumiendo lo que está pasando y te vas plantas: ‘¿Qué le podemos dar?’ Calidad de vida: intimidad, respeto, cariño, una sonrisa, una bronca, porque no dejas de ser madre.

-Y agradecería mucho la normalidad ¿no?
-Ante todo. La persona que iba con paternalismos en seguida la rechazaba y decía: ‘Tía que soy normal’.

-¿Cómo educasteis a vuestra hija para que afrontara una situación así con semejante fortaleza?
-Nosotros éramos una familia normal, educada en los valores que entendemos que son los buenos, eso intentamos dar a nuestros hijos. Pero el crecimiento y la transformación fue de ella. Tuvo que asumir lo que pasaba.

-Dentro del terrible dolor, también te ha traído cosas buenas… ¿Cuáles han sido los momentos que recordarás con especial cariño?
-Podrían ser muchos, pequeños y grandes. Satisfacciones como hija nos ha dado muchas. El primer libro fue algo impresionante. Pero ver la impronta que dejaba ella como persona, tras su paso por diferentes hospitales era sorprendente.

-Ella era muy disfrutona ¿Cómo te imaginas ahora a Olga? -Tengo la plena seguridad de que es feliz, feliz y que nos mira riéndose, ‘guaseándose’ y diciendo: ‘Ahora soy mariposa’. Por eso la mariposa de la portada tiene mucho simbolismo. Ella decía que era crisálida y que cuando se marchara sería mariposa.

-Tenía una visión de la muerte de lo más positiva
-Sí, totalmente. ‘Allá se está muy bien’, decía. Por su experiencia del túnel y porque decía que si no había otro sitio donde se estuviera mejor que en la cama, no era justo. Pero nunca se planteó ‘¿Por qué a mí?’ Ella tenía ilusión porque este libro saliera a la calle porque los anteriores han hecho tanto bien, que decía: si estoy en esta vida para escribir y hacer bien a la gente, pues bendito sea. Cuando alguien tenga días grises, que lea ‘Alas rotas’ que le va a hacer mucho bien.

Sonsoles Calavera