miércoles, junio 17, 2009

Las "alas rotas" de Olga Bejano: su testimonio evitó cuatro suicidios. www.elsemanaldigital.com


Afectada por una enfermedad degenerativa, y pentapléjica, la persona que más tiempo ha permanecido conectada a un pulmón artificial se ha convertido en fuente de esperanza en todo el mundo.

Hay testimonios llamados a ejercer una influencia perdurable en quien los conoce, y el de Olga Bejano (1963-2008) es uno de ellos. Lo prueba el éxito de la trilogía formada por Voz de papel, Alma de color salmón y Los garabatos de Dios. Éxito por su nivel de ventas y por su repercusión mediática, pero sobre todo por la huella que dejó en miles de personas en todo el mundo que leyeron sus libros, le escribieron y recibieron respuesta hasta donde sus fuerzas mermadas lo permitieron.

Mermadas las fuerzas físicas, que no las espirituales: la semana pasada se presentó en Madrid su obra póstuma, Alas rotas, y la madre de Olga, María del Carmen Domínguez, desveló que al menos cuatro personas que estaban pensando suicidarse cambiaron de idea animadas por ella.


Una travesía larga y dura

A Olga Bejano se le detectó siendo niña un problema de origen desconocido que le impedía tragar y pronunciar bien. Su vida era más o menos normal, en medio de un calvario de diagnósticos médicos contradictorios, hasta que en plena adolescencia se determinó que padecía una enfermedad degenerativa que, sin remedio, iría a más.

Olga pasó una juventud dura, pero acabó sus estudios y comenzó a trabajar como fotógrafa y asesora publicitaria. Una tarde aciaga de 1987 lo que parecía un atragantamiento concluyó en parada cardiorrespiratoria y coma, y la vida dio un vuelco. Su trastorno entró en una fase hospitalaria y de creciente dependencia, hasta quedar pentapléjica: no podía ver ni hablar, pero sí expresarse mediante un peculiar código basado en movimientos de su rodilla, que sus enfermeras y familiares aprendieron para darle una ventana al exterior, gracias a la cual tenemos esta impactante tetralogía.

Alas rotas, que llega póstumamente pero en el que Olga había puesto tanta ilusión, resume un poco el espíritu de los anteriores, y constituye una introducción global a su caso, dando razón de lo que en los demás volúmenes trataba por extenso: su via crucis médico, su lucha por los derechos de los enfermos, su itinerario espiritual...


El sentido del sufrimiento

Cuando murió, hace un año, era ya la mujer en todo el mundo que más tiempo había pasado conectada a un pulmón artificial, y en sus escritos quedan reflejados con descarnado realismo los altibajos por los que necesariamente tiene que pasar una persona en su situación: de la desesperanza a la esperanza, de la desolación a la certeza de que el sacrificio vale la pena.

Se preguntaba por el sentido de su sufrimiento y se lo preguntaba también a Dios, a quien tan unida estaba por la oración constante: "Voy a cumplir 34 años de condena y me pregunto cuándo se abrirán las puertas de mi celda. Cuando llegue al otro lado tengo, Padre, muchas preguntas que hacerte. Eso sí, nunca me podrás decir que he tirado la toalla porque a pesar de mis noches oscuras, si alguien en este mundo ha luchado por su vida, esa soy yo... Gracias al padre que me engendró, a la madre que me gestó, y al Cielo que me puso un alma de color salmón, el color de la lucha".

Es imposible leer ese párrafo, en el contexto de la narración de sus inquietudes y padecimientos, sin sentir un estremecimiento. Con todo, lo que emociona de estas páginas, lo que anima a leerlas y anima tras leerlas, no es sólo su espíritu vital y nada resignado ante tan gran adversidad, que pone en su verdadero valor muchas de las quejas que formulamos por fruslerías; tampoco la certidumbre de que los padecimientos de aquí son siempre finitos si se ofrecen, como hizo ella, por una dicha infinita. No: es también el sentido canto a la familia como el lugar en el que toda tragedia puede tener una acogida que la haga llevadera.

Olga tuvo muchos amigos, epistolares y personales, que la ampararon en las dificultades, pero tuvo sobre todo una familia que lo dio todo por ella, y por eso emocionan los desvelos de padres y hermanos, como emociona la tristeza y el dolor de la enferma cuando su "Papichulo" murió de un infarto. Son los pasajes más sentidos de Alas rotas.



¿Alas rotas? Olga quiso ese título para su libro, pero se publicó justo cuando ella volaba ya libremente hacia el Paraíso.


C.L.A.