miércoles, junio 17, 2009

Las "alas rotas" de Olga Bejano: su testimonio evitó cuatro suicidios. www.elsemanaldigital.com


Afectada por una enfermedad degenerativa, y pentapléjica, la persona que más tiempo ha permanecido conectada a un pulmón artificial se ha convertido en fuente de esperanza en todo el mundo.

Hay testimonios llamados a ejercer una influencia perdurable en quien los conoce, y el de Olga Bejano (1963-2008) es uno de ellos. Lo prueba el éxito de la trilogía formada por Voz de papel, Alma de color salmón y Los garabatos de Dios. Éxito por su nivel de ventas y por su repercusión mediática, pero sobre todo por la huella que dejó en miles de personas en todo el mundo que leyeron sus libros, le escribieron y recibieron respuesta hasta donde sus fuerzas mermadas lo permitieron.

Mermadas las fuerzas físicas, que no las espirituales: la semana pasada se presentó en Madrid su obra póstuma, Alas rotas, y la madre de Olga, María del Carmen Domínguez, desveló que al menos cuatro personas que estaban pensando suicidarse cambiaron de idea animadas por ella.


Una travesía larga y dura

A Olga Bejano se le detectó siendo niña un problema de origen desconocido que le impedía tragar y pronunciar bien. Su vida era más o menos normal, en medio de un calvario de diagnósticos médicos contradictorios, hasta que en plena adolescencia se determinó que padecía una enfermedad degenerativa que, sin remedio, iría a más.

Olga pasó una juventud dura, pero acabó sus estudios y comenzó a trabajar como fotógrafa y asesora publicitaria. Una tarde aciaga de 1987 lo que parecía un atragantamiento concluyó en parada cardiorrespiratoria y coma, y la vida dio un vuelco. Su trastorno entró en una fase hospitalaria y de creciente dependencia, hasta quedar pentapléjica: no podía ver ni hablar, pero sí expresarse mediante un peculiar código basado en movimientos de su rodilla, que sus enfermeras y familiares aprendieron para darle una ventana al exterior, gracias a la cual tenemos esta impactante tetralogía.

Alas rotas, que llega póstumamente pero en el que Olga había puesto tanta ilusión, resume un poco el espíritu de los anteriores, y constituye una introducción global a su caso, dando razón de lo que en los demás volúmenes trataba por extenso: su via crucis médico, su lucha por los derechos de los enfermos, su itinerario espiritual...


El sentido del sufrimiento

Cuando murió, hace un año, era ya la mujer en todo el mundo que más tiempo había pasado conectada a un pulmón artificial, y en sus escritos quedan reflejados con descarnado realismo los altibajos por los que necesariamente tiene que pasar una persona en su situación: de la desesperanza a la esperanza, de la desolación a la certeza de que el sacrificio vale la pena.

Se preguntaba por el sentido de su sufrimiento y se lo preguntaba también a Dios, a quien tan unida estaba por la oración constante: "Voy a cumplir 34 años de condena y me pregunto cuándo se abrirán las puertas de mi celda. Cuando llegue al otro lado tengo, Padre, muchas preguntas que hacerte. Eso sí, nunca me podrás decir que he tirado la toalla porque a pesar de mis noches oscuras, si alguien en este mundo ha luchado por su vida, esa soy yo... Gracias al padre que me engendró, a la madre que me gestó, y al Cielo que me puso un alma de color salmón, el color de la lucha".

Es imposible leer ese párrafo, en el contexto de la narración de sus inquietudes y padecimientos, sin sentir un estremecimiento. Con todo, lo que emociona de estas páginas, lo que anima a leerlas y anima tras leerlas, no es sólo su espíritu vital y nada resignado ante tan gran adversidad, que pone en su verdadero valor muchas de las quejas que formulamos por fruslerías; tampoco la certidumbre de que los padecimientos de aquí son siempre finitos si se ofrecen, como hizo ella, por una dicha infinita. No: es también el sentido canto a la familia como el lugar en el que toda tragedia puede tener una acogida que la haga llevadera.

Olga tuvo muchos amigos, epistolares y personales, que la ampararon en las dificultades, pero tuvo sobre todo una familia que lo dio todo por ella, y por eso emocionan los desvelos de padres y hermanos, como emociona la tristeza y el dolor de la enferma cuando su "Papichulo" murió de un infarto. Son los pasajes más sentidos de Alas rotas.



¿Alas rotas? Olga quiso ese título para su libro, pero se publicó justo cuando ella volaba ya libremente hacia el Paraíso.


C.L.A.

viernes, junio 12, 2009

Nunca le he preguntado a Dios ¿por qué? sé que Él sufría con nosotros. www.albadigital.es


La enfermedad de Olga ha dado abundantísimos frutos. Esa onda expansiva de bien que propagó con su dolor, ofrecido a Dios con heroica grandeza de alma, nace también del apoyo férreo que tuvo en su madre -navarra ella-, durante 22 largos años de “arresto domiciliario”, como Olga lo llamaba con su incombustible sentido del humor. Mª Carmen se hubiera cambiado por su hija, pero le tocó acompañarla, muy de cerca, ayudándola, sin descanso, a llevar su cruz… pero además con garbo y alegría.

-¿Cómo han sido estos 22 años para ti?
-Si hoy hago balance, ha supuesto renuncias, dedicación, sufrimiento… a nivel familiar. Pero para mí, el día a día era lo que me tocaba hacer. Asumes esa situación y haces lo que tienes que hacer.

-¿Cómo has aguantado?
-Por genética, tengo un carácter, una forma de ser. Pero yo me ponía en el balcón de mi cocina y le pedía ayuda a Dios para vivir 24 horas que sabía que iban a venir cargadas de cosas buenas y no tan buenas. Y le daba gracias, porque en la caja de regalo de cada día no sabes lo que puede venir y sólo uno es responsable de vivirlo lo mejor que sepa. Yo quería llegar al final del día dándole las gracias por muchas cosas: amistades, llamadas…

-¿No le has preguntado a Dios alguna vez ‘por qué nosotros’?
-No. Y en esto estoy convencidísima. Dios sufría con nosotros, y como nosotros o más. Si Dios nos dejó en libertad desde el primer momento, cada persona hace una historia, que va compuesta desde una lotería hasta una enfermedad. Olga solía decir que la vida, la muerte y la enfermedad vienen en el mismo pack. Pero normalmente estamos más a las maduras que a las duras. Y para las duras era él el que me tenía que ayudar. Dios no castiga, ni premia, ni prueba… acompaña en la vida de cada persona y está ahí para que le digamos: ‘¡Ayúdame!’. ¡Yo a Dios le he dicho tacos muchas mañanas! Y a mí me ha ayudado de mil maneras y se me ha presentado con muchas personas que me ha mandado, para decirme: ‘Que estoy aquí contigo’. Tengo una relación de amigo, maestro, padre y también de Dios. -El papel de la madre es casi igual de duro que el de enferma

¿Te hubieras cambiado por ella?
-Sí. Sobre todo en momentos de dolor, cuando los calmantes no hacen efecto, en los que lloraba tanto que las lágrimas le encharcaban el oído y le producían otitis. En esos momentos hubiera dado cualquier cosa por liberarla.

-Tú ya no eres la misma que hace 23 años. ¿Qué ha venido Olga a enseñarnos a todos?
-Ahora veo que me ha hecho crecer como persona, plantearme la vida con más madurez, prudencia, respeto, arrojo. Te enriquece de muchas maneras. Al principio no te crees lo que dicen los médicos y quieres buscar la solución en cualquier sitio del mundo en el que esté. Es una locura. Pero poco a poco vas asumiendo lo que está pasando y te vas plantas: ‘¿Qué le podemos dar?’ Calidad de vida: intimidad, respeto, cariño, una sonrisa, una bronca, porque no dejas de ser madre.

-Y agradecería mucho la normalidad ¿no?
-Ante todo. La persona que iba con paternalismos en seguida la rechazaba y decía: ‘Tía que soy normal’.

-¿Cómo educasteis a vuestra hija para que afrontara una situación así con semejante fortaleza?
-Nosotros éramos una familia normal, educada en los valores que entendemos que son los buenos, eso intentamos dar a nuestros hijos. Pero el crecimiento y la transformación fue de ella. Tuvo que asumir lo que pasaba.

-Dentro del terrible dolor, también te ha traído cosas buenas… ¿Cuáles han sido los momentos que recordarás con especial cariño?
-Podrían ser muchos, pequeños y grandes. Satisfacciones como hija nos ha dado muchas. El primer libro fue algo impresionante. Pero ver la impronta que dejaba ella como persona, tras su paso por diferentes hospitales era sorprendente.

-Ella era muy disfrutona ¿Cómo te imaginas ahora a Olga? -Tengo la plena seguridad de que es feliz, feliz y que nos mira riéndose, ‘guaseándose’ y diciendo: ‘Ahora soy mariposa’. Por eso la mariposa de la portada tiene mucho simbolismo. Ella decía que era crisálida y que cuando se marchara sería mariposa.

-Tenía una visión de la muerte de lo más positiva
-Sí, totalmente. ‘Allá se está muy bien’, decía. Por su experiencia del túnel y porque decía que si no había otro sitio donde se estuviera mejor que en la cama, no era justo. Pero nunca se planteó ‘¿Por qué a mí?’ Ella tenía ilusión porque este libro saliera a la calle porque los anteriores han hecho tanto bien, que decía: si estoy en esta vida para escribir y hacer bien a la gente, pues bendito sea. Cuando alguien tenga días grises, que lea ‘Alas rotas’ que le va a hacer mucho bien.

Sonsoles Calavera

Al menos cuatro personas desistieron del suicidio tras leer a Olga Bejano. www.albadigital.es


Alcaraz, Domínguez, Szumlakowska, Fdez. del Cacho, Calavera, Ángel y Rosal

Ciento cincuenta personas acudieron al homenaje en la parroquia de S. Gabriel de Madrid

No podía ver, hablar, moverse, ni respirar sin asistencia. Necesitaba ayuda para todo, y así pudo escribir, con increíble paciencia, cuatro libros, haciendo unos leves garabatos con su mano derecha que su enfermera interpretaba. Olga Bejano, la pentapléjica más querida de España; la mujer que se carteaba con Ramón Sampedro dándole ánimos para que no cruzara la frontera de la desesperanza, murió en diciembre, dejando listo su cuarto libro: ‘Alas rotas’ (Ed. Libros Libres), su testamento vital. Ciento cincuenta personas asistieron a una presentación-homenaje que se celebró en la parroquia de San Gabriel, de Madrid.

Tras escribir ‘Voz de Papel’ y ‘Alma de color salmón’, empezaron a llegar cientos de cartas, miles con los años, al buzón de Olga. “Y entre esas cartas -recuerda su madre, Mª Carmen Domínguez- había por lo menos cuatro que contenían una experiencia vital estremecedora: habían pensado en quitarse la vida y tras leer los libros de Olga contaban que habían cogido gusto por la existencia“. “Sólo por esas personas valió la pena que Olga escribiera los libros”, dijo emocionada la madre de la autora en la presentación de ‘Alas rotas’. “¿Cuál ha sido la misión de Olga en esta vida? Acercar a la gente a Dios. No tengo dudas de que Dios la eligió para esa misión y los frutos que dio son innumerables”, aseguró.

La experiencia de Olga Bejano fue un canto a la vida. “Se puede defender la vida de muchas maneras, pero la mejor es saber vivirla”, apuntó su madre. Recordó que su hija tenía un carácter “de empuje, arrojo, tenacidad, y una espiritualidad crecida y renovada”. Y explicó, conmovida, que este es el primer libro en el que la autora habla de una experiencia especialmente dolorosa: la renuncia a su amor por la enfermedad: “Es el primer libro en el que habla de su amor y escribe: ‘Estando enamorada hasta las trancas, le dije: ‘Haz tu vida, que no sé lo que me va a ser de mí. Y le convencí’. Eran cuatro años de relación estable. Y ese sufrimiento, el de los sentimientos, no lo quita la morfina”.

Lucha titánica por los derechos de los enfermos

Subrayó que Olga luchó por los derechos de los enfermos dependientes con “un empeño de titanes“. “Olga o un enfermo terminal es un bulto que supone gasto, en el que a la Sanidad no le interesa invertir -aseguró-. Y no le dan un hachazo porque estaría mal visto. Antes, si necesitabas, por ejemplo, una sonda de aspiración de secreciones, no te la daban con receta, por ser material hospitalario. Hoy todo enfermo que está en domicilio tiene el material hospitalario que necesite porque Olga lo ha conseguido. Ella ha ido abriendo camino y ha conseguido cosas siempre en plural. Ese es el orgullo que yo tengo, que ha luchado por los derechos y sintiendo las penas de los demás, haciéndolas suyas“.

La madre de la pentapléjica que ha conmovido a España contó que Olga aceptó el sufrimiento de su enfermedad por amor. “¿Quería seguir viviendo? Os aseguro que no. A mí me ha enseñado que no hay que tener miedo a la muerte -señaló-. Ella vivió la experiencia del túnel y decía: ¡Ay mamá, con lo bien que se estaba allí! Volvió por amor, porque oía la voz de su hermano que la llamaba y le daba mucha pena. No tenía ningún miedo a la muerte, pedía incluso a su confesor que no pronunciara esa palabra: ‘Se llama la otra orilla, el otro lado, el viaje, el más allá, porque no la muerte no existe’, decía”.

Su madre sabe ahora que Olga sigue estando con ella, aunque no la vea: “Me siento muy orgullosa de mi hija y muy feliz porque haya terminado de sufrir. Que mi hija está descansando, lo tengo clarísimo. ¿La echo de menos? No. Tengo su silencio y sé que no está, pero no estoy triste en ningún momento. Después de marcharse mi hija me he sentido aprobada por ella. Y la sé y la siento feliz y por eso no me siento sola”.

Mª Carmen citó a Alberto Cortez para describir la actitud de su hija ante la vida: “Ella eligió ser lluvia en vez de ver llover”, apuntó. Y leyó unas líneas de ‘Alas Rotas’ que recogen bien el espíritu generoso y valiente con el que Olga afrontó, abandonándose en manos de Dios, todos los retos que encontró en su camino: “Vivir siempre merece la pena, hasta el final, hasta que el maestro de nuestra acuarela decide que está terminada a su gusto y sólo le queda poner la fecha y la firma”.

Intervinieron también Pepe Fernández del Cacho, sacerdote pasionista, escritor y poeta, que lleva a gala la distinción que en su momento le otorgó Olga como su “hermano adoptivo”; el cantautor José Luis Pardo, que cantó dos canciones compuestas para Olga; el catequista Juan Pedro Alcaraz; la subdirectora de la ALBA, Sonsoles Calavera, Marysia Szumlakowska, (viuda de Narciso Yepes) y Pilar Ángel, amigas de Olga y, por último, cerró el acto el editor de LibrosLibres, Álex Rosal

jueves, junio 11, 2009

Sale a la luz el libro póstumo de una pentapléjica que conmocionó a España. www.elimparcial.com




Ella quería morir pero se oponía a tirar la toalla. Olga Bejano se fue el pasado mes de diciembre con los deberes más que hechos. Su madre presenta a EL IMPARCIAL el cuarto y último libro de una mujer admirable que durante 23 años sufrió una pentaplegia que tan sólo le permitía pensar y sentir. Aún así, gracias a una fuerza aplastante y a la “cariño-terapia” de su familia, enfermeras y amigos, Olga consiguió disfrutar de las pequeñas alegrías que podía ofrecerle su sufrida vida.

No puede cuantificarse el esfuerzo de un día en la vida de Olga Bejano ni el sufrimiento de 23 años en una cama sin poder ver, hablar, moverse, comer ni respirar sin asistencia. Sacar fuerzas para seguir adelante en esas condiciones es algo excepcional pero Olga lo consiguió sin presentarse como una víctima.

Muchos la consideran santa, pero su madre precisa, “no santa de altar. No me gustan los merengues ni las mieles”. Olga era una mujer fuerte y con carácter que “se cabreaba como todos”, explica Mari Carmen Domínguez. Desde su cama a pesar de su invalidez, luchó por sus derechos y de los demás enfermos.

Cada día, después de una ardua limpieza y de la maniobra de traslado de la cama a la silla de ruedas, Olga se ponía a trabajar. Podía hacerlo y tenía en la cabeza decenas de proyectos: libros, entrar en el Guiness de los récords por la cantidad de intervenciones quirúrgicas que le practicaron, completar el Vía Crucis para la juventud que le pidió el Papa...


Era una mujer infatigable. Logró organizar su vida para superar sus limitaciones. Consiguió escribir sentada en la silla con un rotulador atado a la mano derecha que impulsaba con la pierna para pintar unos garabatos. La enfermera aprendió a traducirlos fijándose en el movimiento de su mano. Así, con este sistema, mucha paciencia y mucho esfuerzo, pudo expresarse, comunicarse con el mundo y contar su vida.

Antes de morir esta trabajadora exhaustiva y perfeccionista dejó listo “Alas rotas”, su testamento vital presentado este martes por su madre.



Carmen cuenta a este periódico que decidió “poner toda la carne en el asador para mejorar la calidad de vida de su hija”. Lo importante era buscar la normalidad en su día a día. “Es cierto que no podía comer, explica, pero uno puede comer con la cabeza”. Así, le proponía por ejemplo unas patatas a la riojana, “que le encantaban”, y aunque sus papilas gustativas no pudiesen disfrutarlas, disfrutaba de otra manera del un puré “muy bien coladito” que le elaboraba para después introducírselo a través de una sonda. “¡Comía lo mismo que nosotros, incluso los langostinos y las uvas en fin de año! Son las pequeñas cosas las que te dan la felicidad y a las que no hay que renunciar”, concluye Mari Carmen.


La “cariño-terapia”, una palabra que acuñó Olga, era lo principal para afrontar el sufrimiento que supone la pérdida de toda intimidad, el dolor y la dependencia de los demás. Su enfermedad hizo sufrir a toda su familia y ese peso también lo llevaba consigo: “Me siento como un pulpo que con mis tentáculos tengo atados a todos los miembros de mi familia”, escribió.

Pero su testimonio también les ha hecho fuertes y con ella han aprendido a valorar aquello que parece obvio y no nos paramos a pensar cuán importante es. Abrir y cerrar los ojos, por ejemplo. Ella no podía.

Su relación con Dios era de una profunda intimidad. Considera que Él era el Maestro de su “acuarela” y que ella no podía interrumpirla. “No te quejarás, le decía, porque sabes que nunca he tirado la toalla”.



Olga intentó que Ramón Sampedro tampoco lo hiciera. Le sugirió por carta que contratara a tres enfermeras para que tuviese cierta independencia. El le respondió que ni con 300 quería vivir como ella. Y le respetó porque, como decía, “no es lo mismo torear un Miura en la arena que verlo desde la barrera”.

“La vida es el mayor arte que existe y saber vivir es ser un gran artista. Vivir las veinticuatro horas de un día intentando superar los momentos difíciles, sabiendo disfrutar de los momentos agradables que nos presente la vida, eso es vivir; y vivir siempre merece la pena, hasta el final, hasta que el Maestro de nuestra acuarela decide que nuestro cuadro está terminado a su gusto y sólo le queda poner la fecha y la firma”.Olga Bejano. "Alas rotas" (Libroslibres)


Blanca de Ugarte (Fotografías de Manuel Engo)

Olga Bejano, mística desde la parálisis. La razón



La madre de la joven que escribía con garabatos presenta «Alas Rotas»

Cuando Olga Bejano tenía 11 años, empezó su peregrinación de médico en médico, acompañada por sus padres. A los 23 años, una parada cardíaca la dejó paralizada. Mari Carmen, su madre, la cuidó hasta que murió en diciembre, con 42 años. Casi inmóvil, Olga empujaba con su pierna la mano para dibujar garabatos o señalar letras en un abecedario. Así escribió cuatro libros. Su madre presenta ahora «Alas rotas», su obra póstuma.

- ¿Se sintieron abandonadas?
- Las administraciones nos abandonaron. Las personas, no. Dios mandaba personas, regalos de Dios. Lo veíamos por sus sonrisas, abrazos, miradas limpias. Él nos acompañaba. Un día muy malo bajé 16 plantas por las escaleras de un hospital, corriendo a la capilla, a decirle a Dios: «ya lo sé, sé que estás conmigo».

- Olga era activista, pedía más atención a los enfermos.
- Era una «mosca cojonera» por convencimiento. A despacho cerrado, muchos políticos y burócratas me han admitido que el sistema les da vergüenza. Pero no han hecho casi nada. Olga devolvió la medalla de oro de La Rioja como protesta. Sólo entonces la Administración volvió a ponernos una enfermera.

- ¿Alguien habló de eutanasia?
-Nunca fui donde pudieran hacerlo. Les habría saltado a la yugular. De este tema han de hablar sólo los enfermos, los médicos y los que saben de leyes. No es lo mismo teorizar que estar en la plaza con el toro, la enfermedad.

- En los libros de Olga leemos que usted se formó en Cursillos de Cristiandad.
- Sí, antes de hacer los Cursillos yo, más que bautizada, estaba sólo «remojada». Cursillos me hizo sentir parte de la Iglesia. Creo que me preparó para lo que vino. También me ayudaron mis genes de luchadora, que recibí de mi madre y abuela y pasé a Olga.

- La cama del enfermo es un altar, decía el beato Pere Tarrés.
- Un cura me dijo «tu hija es tu sagrario». También llegamos a tener un sagrario de verdad en casa. Olga comulgaba a través de la sonda. En los hospitales, había capellanes que se lo negaban.

- Ella escribe de sus experiencias místicas.
- Sí, las vivimos con mucha naturalidad. Las conocía el cura que la atendió durante 16 años. Se las explicamos al obispo de Logroño, en casa. Nos dijo: «¿Le extraña que el Espíritu se sirva de un alma tan acrisolada por el sufrimiento?». Ella se confesaba con ayuda de la enfermera que leía sus garabatos. Le impresionaba mucho el sufrimiento de los demás. Mandaba notas a conocidos cuando los hospitalizaban. Las madrugadas que no podía dormir rezaba mucho por la paz, por las incomprensiones en el mundo. Les hablaba a los fallecidos.

- ¿Cómo es ahora su relación con Olga?
- Mejor que antes. Ya no me enfado con ella. ¡Era tan perfeccionista! La siento cerca y contenta. Le pido intercesión y sé que me ayuda. Ya no se oye el ruido del respirador, los cascabeles de su cama, la campanilla de su pie... pero en ese silencio me siento acompañada y aprobada.

-¿Piensa en el reencuentro con ella?
-Aunque estoy mal de salud, le pido a Dios que me dé tiempo. Pero el reencuentro será alegre, ella será la primera en venir a mi encuentro. La veo guapa. Incluso en la enfermedad siempre la vi guapa. Tenía estilo, lucía. Su carácter se enriqueció, tenía madurez, exigencia. Desde lo puramente humano, no se entiende su crecimiento, su coraje ni su vida.


Una vida gracias a Dios

A los 23 años una parada cardíaca dejó a Olga cinco días en coma. Salió de él paralizada y casi ciega. Le pronosticaron seis meses de vida, pero luchó durante 21 años. Con garabatos, que sus enfermeras anotaban, escribió cuatro libros, todos en la editorial LibrosLibres. En «Voz de Papel» y «Alma de Color Salmón» reflejó su fortaleza y su vida cotidiana. En «Los Garabatos de Dios», publicado en 2007, recoge su vivencia espiritual y religiosa. Ahora, su obra póstuma, «Alas rotas», recoge la recta final de su vida. Su madre piensa en el reencuentro, más allá de esta vida, aunque sin prisas. «Será la primera en recibirme. La imagino guapa allí. De hecho, incluso aquí, pese a la enfermedad, siempre la vi guapa. Tenía estilo, lucía. Su carácter se enriqueció, tenía madurez, exigencia. Desde lo humano, no se entiende su vida».


Pablo J. Ginés

Testimonio de una pentapléjica católica que evitó cuatro suicidios- www.aciprensa.com

Mari Carmen Domínguez, madre de Olga Bejano, la pentapléjica más famosa de España fallecida en diciembre pasado, afirmó que gracias a los libros que con esfuerzo escribió su hija, cuatro personas desistieron de suicidarse.

"Sólo por esas personas valió la pena que Olga escribiera los libros", expresó la madre en el marco de la presentación del cuarto libro de Olga, "Alas Rotas", publicado en Madrid.

Olga Bejano no podía ver, hablar, moverse ni respirar sin asistencia. Necesitaba ayuda para todo. Sin embargo, con mucha paciencia pudo escribir cuatro libros a base de leves garabatos que interpretaba su enfermera.

Mari Carmen recordó que tras escribir "Voz de Papel" y "Alma de color salmón", empezaron "a llegar decenas de cartas al principio, cientos pasados unos meses, y miles con los años (…) entre esas cartas habían por lo menos cuatro que contenían una experiencia vital estremecedora: habían pensado en quitarse la vida y tras leer los libros de Olga manifestaban que habían cogido gusto por la existencia".

Por ello, la madre aseguró que la misión de Olga ha sido "acercar a la gente a Dios". "No tengo dudas de que Dios la eligió para esa misión y los frutos que dio son innumerables", expresó.

Más información sobre el cuarto libro, "Alas Rotas", en www.libroslibres.com

Al menos cuatro personas no se suicidaron al leer a Olga Bejano. www.ellibrepensador.com


«Alas rotas», la obra póstuma de la pentapléjica más famosa de España se presentó ayer en Madrid



No podía ver, hablar, moverse ni respirar sin asistencia. Necesitaba ayuda para todo, y así pudo escribir, con mucha paciencia, cuatro libros, haciendo unos leves garabatos con su mano derecha que los interpretaba su enfermera. Olga Bejano, la pentapléjica más famosa de España; Medalla de Oro de la Comunidad de La Rioja; la mujer que se carteaba con Ramón Sanpedro dándole ánimos para que no cruzará la frontera del desánimo, murió el pasado mes de diciembre dejando listo su cuarto volumen: «Alas rotas» (LibrosLibres), su testamento vital, que ayer se presentó en Madrid.

«Al menos cuatro personas no se suicidaron tras leer los libros de Olga Bejano». Quien lo afirma es Mari Carmen Domínguez, su madre y su ángel de la guarda en esos 23 años que estuvo de «arresto domiciliario» como le gustaba recordar con cierta sorna a Olga. «Tras escribir ‘Voz de Papel’ y ‘Alma de color salmón’ -cuenta Mari Carmen-, empezaron a llegar decenas de cartas al principio, cientos pasados unos meses, y miles con los años. No importaba que la dirección postal estuviera incorrecta. Correos nos traía esas cartas aunque sólo figurase el nombre de Olga. Y entre esas cartas habían por lo menos cuatro que contenían una experiencia vital estremecedora: habían pensado en quitarse la vida y tras leer los libros de Olga manifestaban que habían cogido gusto por la existencia». «Sólo por esas personas valió la pena que Olga escribiera los libros», dice emocionada la madre de la autora de «Alas rotas».


«Nunca nos sentimos abandonadas»

«Aunque las administraciones nos abandonaron -dice con un punto de rabia Mari Carmen- Dios nunca nos dejó solas. Olga le pedía constantemente: ‘Envíame a tal persona que necesito hacer este proyecto…’, y Dios nos llevaba a nuestra casa la persona necesaria para cada cometido. Él nos acompañaba». «En cierta ocasión, estando en un hospital -rememora con emoción esta riojana de tanta personalidad- sentí con tal fuerza la presencia de Dios que bajé por las escaleras 16 plantas para llegar a la capilla y decirle a Dios: ‘Ya lo sé, sé que estás conmigo’».

«La misión de Olga: acercar a la gente a Dios»

«¿Cuál ha sido la misión de Olga en esta vida?», se pregunta Mari Carmen Domínguez: «Acercar a la gente a Dios». «No tengo dudas de que Dios la eligió para esa misión y los frutos que dio son innumerables». «En cierta ocasión le escribió una persona que tenía muchas dudas de fe. La correspondencia duró varios meses y Olga no paraba de sostenerla, de darle ánimos, de mostrarle el camino para que encontrara la paz en el Señor». También cuenta la historia de un joven cuyos padres estaban completamente desesperados con él. Ya no sabían que hacer. Se había metido en una banda de rap, fumaba porros, sus notas se habían desplomado y no obedecía a nada que tuviera que ver con la familia. «Un día se presentó en casa junto con su madre. El chico se quedó tan impactado de vera a Olga con los tubos, en esa UVI doméstica, que le dijo: ‘Ostras, Olga, te prometo que un día llegaré a ser médico e intentaré curarte». Hoy, ese joven está a punto de terminar Medicina con las mejores notas de su promoción.

Más de ciento cincuenta personas

En un ambiente de gran emoción, más de ciento cincuenta personas se reunieron en la parroquia de San Gabriel, de los padres pasionistas, en Madrid, para escuchar con gran atención y lágrimas en los ojos el testimonio de Mari Carmen Domínguez, que en muchos momentos no podía contener su tristeza al recordar historias y anécdotas de los 23 años de enfermedad de Olga. Intervinieron también Pepe Fernández del Cacho, sacerdote pasionista, escritor y poeta, que lleva a gala la distinción que en su momento le otorgó Olga como «mi hermano adoptivo»; el cantautor José Luis Pardo que cantó dos canciones compuestas para Olga; el catequista Juan Pedro Alcaráz; la subdirectora de la revista Alba, Sonsoles Calavera, Marysia Szumlakowska y Pilar Ángel, amigas de Olga y, por último cerró el acto el editor de LibrosLibres, Álex Rosal.


Luis del Real Espanyol

miércoles, junio 03, 2009

Presentación de ‘Alas rotas’, libro póstumo de Olga Bejano. www.albagital.es



La escritora pentapléjica conmovió a España con su 'sí a la vida'

Poco antes de fallecer, Olga Bejano preparó este libro que puede considerarse como su testamento espiritual. ‘Alas rotas’ es una de las reflexiones más lúcidas y sobrecogedoras sobre la condición humana, el sufrimiento y la capacidad de superación personal.

Como consecuencia de una enfermedad neuromuscular, Olga quedó pentapléjica en plena juventud y sufrió la parálisis de todo su cuerpo durante 23 años. Gracias a un sorprendente método de comunicación que ideó, publicó ‘Voz de papel’ en 1997, al que siguió ‘Alma de color salmón’, y después ‘Los garabatos de Dios’.

Con este libro, que supone el cierre de una obra que ha cautivado a miles de lectores, se abre por última vez al lector la fascinante intimidad de la autora. Con su heroico esfuerzo por llevar adelante su gravísima enfermedad sin ceder nunca al desaliento, la autora demostró que el sentido de una existencia no depende tanto de la calidad de vida como del empeño por ir más allá de uno mismo y de saber abrirse a los demás.

La presentación del libro tendrá lugar el martes 9 de junio a las 20:00 horas en la parroquia de San Gabriel de Madrid, calle Arte nº 4, esquina calle Caleruega, (Pinar de Chamartín).

Intervendrán:

-María del Carmen Domínguez, madre de Olga.

-José Fernández del Cacho, sacerdote

-Juan Luis Pardo, cantautor

-Alex Rosal, presidente de Libros Libres

-Y los siguientes amigos de Olga: Eugenio Valderrama, Juan Pedro Alcaraz y Sonsoles Calavera.

Entrada libre hasta completar aforo.






Pulsar doble-click para ver en detalle más datos sobre la presentación.