domingo, diciembre 07, 2008

Olga Bejano falleció ayer tras una enfermedad que le mantuvo 21 años conectada a una máquina para vivir. La Rioja.com

Olga Bejano, escritora pentapléjica Medalla de Oro de La Rioja en 1998, falleció ayer tras una enfermedad que le mantuvo 21 años conectada a una máquina para vivir

«Soy católica, siempre he creído en Dios, en la existencia del alma y en que cuando uno muere no termina ahí su vida, sino que sigue en otro lugar. Cuando estuve en coma, tuve la suerte de tener la famosa experiencia del ‘túnel’. Transformó mi vida. Desde entonces, no tengo ningún miedo a la muerte, porque sé que cuando uno se va, allí se siente mucho placer y bienestar. Como en esa experiencia pude comprobar lo agradable que es estar allí, me pregunto ¿por qué tuve que volver aquí? Aunque no quería volver, aquí estoy. Está claro que mi hora no había llegado. Todos tenemos un día marcado para nacer y otro para morir, y yo no soy quién para alterar el destino y mucho menos los planes de Dios».

Olga Bejano redactó estas líneas en 1995 para explicar su postura sobre la eutanasia. Ayer, tras 21 años de lucha, Olga Bejano, única mujer galardonada con la Medalla de La Rioja en 1998, atravesaba definitivamente el ‘túnel’.

Mujer, escritora, vital pero profundamente enferma, luchadora por los derechos de los sufrientes, ejemplo ético que prefería que no se le tomase como ejemplo, mente lúcida hasta el final… Olga Bejano ha dejado una profunda huella en todos los que la conocieron.

Su valía humana, y su cabeza envidiablemente ‘amueblada’, le sirvieron para, sin salir de su habitación ni desconectarse de las máquinas que le mantenían con vida, escribir diversos libros con un componente común: ensalzar el valor de la vida. Alma de color salmón, Voz de papel o, el más reciente, Los garabatos de Dios hicieron que su historia y reflexiones llegasen a miles de personas.

Nacida en 1963 y con una brillante carrera como fotógrafa por delante, a los 24 años una enfermedad neuromuscular comenzó a paralizarla hasta dejarla imposibilitada para hablar, escribir, comer y respirar por sí misma. Entonces, los médicos le diagnosticaron seis meses de vida.

Desde ese diagnóstico, esos 21 años de «propina divina», como ella los calificaba, han engrandecido su figura. Gracias a un sistema de comunicación propio y al cuidado de su madre, Mari Carmen, sus hermanos y amigos, Olga pudo vivir con su fuerza característica. Hasta que ayer se cerró el último capítulo de la vida de una mujer luchadora y digna, que hoy recibirá sepultura en Fuenmayor, tras el funeral, a las 11en Santiago.

V. Soto